El martes comenzarían
sus vacaciones. Justo antes de medianoche miró sus instrumentos de tortura, a
su víctima, aterrada e inmóvil - y sonrió.
Qué afortunado era
por trabajar en lo que le gusta.
- El último, -se dijo
a sí mismo.
Puso manos a la obra.
La playa lo esperaba.
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