- Nolohagas.
Porfavorporfavor, nolohagas. Ya no lo soporto. Te lo suplico. ¡Tengo hijos!
¡No, no, NO! Espérateporfavor. ¡NononoNONOOOO…!
- ¡Aaaarrrghhhh!
Con una sonrisa
resignada de “¿Por qué siempre me toca a mí?”, la enfermera terminó de ponerle
la vacuna al hombre.
Iba a ser un largo
día.
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