- Está en
coma, - nos dijeron.
Pensé en todo lo que quería decirle:
- Gracias por todo.
Te quiero, aunque nunca te lo diga. Estoy orgulloso de que seas mi papá.
Pero ya había muerto y, como éramos todavía unos niños, nos contaron una semana después de la misa. Que así era mejor para nosotros.
Nunca llegué a entrar
en esa iglesia.
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