- Qué alcatraces tan chulos. Gracias.
- Son para ti, amor mío. Y los siguientes que pinte serán aún más
bellos.
Frida sonrió, amorosa. No tenía el corazón para decirle a Diego que, en
el fondo, odiaba esas flores tan blancas y largas, como fantasmas elegantes y
burlones.
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