- No estoy muerto -dijo, entre el asombro de todos, poniéndose de pie.
- Ni yo.
- Yo tampoco.
Uno a uno, todo se levantaron, una cacofonía declarando su mutua existencia.
La maestra lo fulminó con la mirada.
- Basta. Ya estarás contento. Vuelvan a sus exámenes, niños.
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