En esta vida de momentos breves e infinitos, compartieron solo un par de horas. Y tal vez fue mejor así, porque esas dos horas cimbraron mundos, sueños y cierres.
No sabía dónde estaba. Oscuro, tibio, acogedor. Antes de eso, una luz, la más bella que hubiera visto. Y antes, confusión, dolor. Un ruidoso crunch, tal vez.
No sabía dónde estaba. Pero se sentía amado y tranquilo.